Uno de los lugares más enigmáticos de Lisboa está bajo tierra: son las catacumbas romanas de la Rua da Prata (en portugués «galerias romanas da Rua da Prata»), que no todo el mundo conoce aunque pasee habitualmente por encima de ellas.
¿Cuándo se pueden visitar las galerías romanas de Lisboa?
Solo pueden visitarse durante tres días al año, en el mes de septiembre (a veces también en abril), cuando se forman largas colas en el acceso de Rua da Conceiçao nº 77 para poder disfrutar durante 15 minutos de un trocito de Roma en Lisboa.
Las fechas no son fijas, y suele anunciarlas el Museo de la Ciudad de Lisboa con cierta antelación.
El porqué de esta limitación en las visitas es sencillo: durante la mayor parte del año estos túneles subterráneos están inundados, por lo que hay que drenar el agua para acondicionarlos a los visitantes.
¿Termas o catacumbas romanas?
En 1771, durante el proceso de reconstrucción de la Baixa tras el terremoto que destruyó buena parte de sus edificios, se descubrieron estas catacumbas romanas, cuya estructura había sobrevivido al seísmo. Datan, nada menos, que del siglo I después de Cristo.
En un primer momento, debido a una inscripción dedicada al dios de la medicina Escolapio, se pensó que se trataba de unas termas.
Desde la época de Julio César ya se consideraba que la ciudad tenía unas aguas subterráneas con grandes propiedades terapéuticas; hay quien va más lejos y apunta que el nombre de Lisboa procede del latín lix-bona, donde lix significa algo parecido a agua termal y bona significa buena.
Sin embargo, durante los años ochenta del pasado siglo, un equipo de arqueólogos confirmó que, realmente, se trataba de unas catacumbas en Lisboa que los primeros cristianos utilizaron como lugar de culto.
Un criptopórtico bajo una alcantarilla en Lisboa
Esta palabra es la que mejor describe la estructura de las catacumbas: una red octonogonal con bóvedas muy robustas y baja altura (las paredes apenas alcanzan el metro y medio de alto), que se utilizó en el subsuelo de la Baixa para soportar el peso de las edificaciones que estaban por encima. Una solución de ingeniería muy utilizada por los romanos (y no apta para claustrofóbicos).
El acceso a las catacumbas de Lisboa se hace a través de una alcantarilla (¡no es broma!), a través de la que llegamos a unas estrechas escaleras que nos conducen hasta los túneles. Durante los tres días al año en que están abiertas, es curioso observar cómo grupos de gente van siendo tragados por la tierra y conducidos, de la mano de un arqueólogo, por las entrañas de Lisboa. Todo un viaje en el tiempo de apenas 15 minutos.