A dos pasos del centro se extiende el barrio de Mouraria en Lisboa; adentrarse en sus enrevesadas callejuelas es como perderse por cualquier pueblo de Portugal, con sus casas bajas y sus soleadas placitas, solo que en plena ciudad.
Su nombre lo dice todo: fue en Mouraria donde los mouros que dominaban la ciudad encontraron el último reducto para su supervivencia en Lisboa durante la Edad Media, tras la reconquista de los cristianos que culminó con la toma del Castillo de San Jorge. Fue precisamente a sus pies donde creció de forma irregular este barrio de la Morería donde hoy se mezclan varias generaciones de familias portuguesas con inmigrantes chinos y bangladesíes.
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Pero Mouraria esconde, además, un secreto a voces: es la cuna del fado en Lisboa.
Y decimos que es un secreto a voces porque aunque los lisboetas saben bien qué significa Mouraria para la historia viva de la ciudad, la mayoría de viajeros, por desconocimiento, pasan de largo de este barrio que es, sin embargo, una visita imprescindible para nosotros. La gloria se la lleva su vecino barrio de Alfama y pocas rutas turísticas se asoman a este lugar donde el turismo apenas ha penetrado (y muy tímidamente).
Entre los muros del barrio más antiguo y castizo de Lisboa cantó sus primeros versos Severa, esa prostituta vecina de Mouraria que buscaba atraer a los clientes con melodías llenas de nostalgia que acabarían por ser el germen de la canción nacional portuguesa por excelencia: el fado.
Una experiencia diferente e inolvidable que no te puedes perder si visitas Lisboa por primera vez.
Una muerte temprana por tuberculosis y una tumba sin identificar en el humilde Cemitério do Alto de São João contribuyó a engrandecer la leyenda de la joven Severa y hoy podemos ver una placa en la entrada de su antigua vivienda, convertida en un acogedor restaurante con farolillos y paredes blancas.
Así pues, aunque el origen del fado no es muy claro, la mayoría de expertos coinciden en que nació en Mouraria en algún momento del siglo XIX y desde allí se extendió por el resto de la ciudad y del país.
A pesar del paso del tiempo, en Mouraria las cosas parecen haber cambiado poco en lo que concierne al fado, y aún es habitual encontrar fados vadíos en muchas tascas del barrio o incluso escuchar a alguna vecina del barrio tarareando fados mientras tiende la ropa.
Es más: Mouraria homenajea a los mejores fadistas en su particular paseo de la fama situado en la Rua do Capelão, en cuyas paredes lucen los retratos de grandes de la canción portuguesa como Argentina Santos, Fernando Maurício o la inolvidable Amália Rodrigues, culpable de «refinar» este canto de origen poco refinado.
Frente a ellos, una tasca estrechísima a espaldas de la casa que habitó Maria Severa, y donde Antonio, su dueño, lleva más de 40 años sirviendo chupitos de ginjinha entre las paredes forradas de pósters y retratos relacionados con el mundo del fado. Y que no falte un altar dedicado a San Antonio, patrón no oficial de Lisboa, en este curioso local bautizado como «Os Amigos da Severa».
Pero las calles de Mouraria no solo presumen de fadistas; en este barrio claramente popular los vecinos tienen un protagonismo especial gracias al proyecto de la fotógrafa inglesa Camilla Watson, afincada en Lisboa desde hace años y amante del barrio de Mouraria.
Así pues, entre Largo dos Trigueiros, donde se encuentra su estudio, y Beco das Farinhas, los vecinos más célebres de Mouraria presumen de barrio inmortalizados en una serie de fotografías que pueden contemplarse a lo largo de toda la calle.
Cuenta la fotógrafa que los vecinos se mostraron muy dispuestos a colaborar en la iniciativa:
Viendo sus sonrisas abiertas hacia la cámara… hay que creerla.
En Mouraria, barrio de diversidad cultural y espíritu muy portugués al mismo tiempo, quienes conviven son tan importantes como cualquiera de sus famosos fadistas y aquí nadie concibe no saludar al vecino cuando la vida cotidiana se desarrolla de ventana a ventana.
Nuestro paseo por Mouraria debe comenzar en Martim Moniz, junto a la blanca capilla de Nossa Senhora da Saude (cuando estés junto a ella, echa un vistazo al suelo. ¿Te suena lo que ves? Es la silueta de la iglesia plasmada en el empedrado a escala real).
Desde aquí puedes enfilar por la Rua do Capelão, que encontrarás un poco más adelante, a mano derecha.
Desde ahí te recomendamos callejear (sin perderte calles como Beco do Jasmin, Rua dos Trigueiros o Beco das Farinhas) hasta terminar junto a las Escadinhas de São Cristóvão, un vistoso graffiti mural inaugurado hace pocos años donde quedan plasmados de forma divertida algunos de los elementos y protagonistas más significativos del fado.
Severa se agarra con descaro a Fernando Maurício, el rey -sin corona- del fado, rodeados por los temas más habituales del mismo y algunos símbolos de la ciudad, como la sardina que alimenta a todos los que disfrutan de las fiestas de San Antonio en junio:
También aparecen los cuervos (que según la leyenda acompañaron de vuelta a Lisboa los restos de San Vicente, patrón sí oficial de la capital).
Desde aquí desembocarás en la Rua da Madalena; no termines aquí: continúa adentrándote ahora en el barrio de Alfama, y busca una tasca típica donde calentar el estómago con un caldinho verde y escuchar fados a media luz.

Representación del fado «Povo que lavas no rio» de Amália Rodrigues: «Povo que lavas no rio/Que talhas com o teu machado/As tábuas do meu caixão».
Por cierto: antes de entrar en la Rua da Madalena, justo al salir de las Escandinhas de São Cristovão, echa un vistazo a tu derecha: este local mínimo alberga una de las librerías más antiguas, curiosas y pequeñas de Lisboa.
Conocer el barrio de Mouraria en Lisboa es imprescindible y necesario para profundizar en el lado más auténtico de la ciudad.
Aquí no hay grandes monumentos ni restaurantes de moda. Solo la Lisboa más genuina: fachadas de azulejos que se caen literalmente a trozos, coladas secadas al viento, estrechos callejones con balcones llenos de macetas y sobre todo fado; mucho fado.