El Palacio Nacional de Mafra se encuentra situado en la localidad de este mismo nombre, a unos 30 km de Lisboa, y es el monumento más importante del barroco portugués.
Fue erigido en el siglo XVIII por João V de Portugal, tras prometer a su mujer María Ana de Austria que construiría un monasterio si esta le daba descendientes. De hecho, como en su origen fue un convento franciscano, también es conocido como Real Convento de Mafra. No obstante, la llegada de oro tras la conquista de Brasil por parte de los lusos hizo que de este convento naciera un gran palacio real, obra del arquitecto Johann Friederich Ludwig.
Ya en el XIX, el monasterio fue abandonado por los monjes franciscanos tras la disolución de las órdenes religiosas llevada a cabo por la reina María II. En cuanto al palacio, este quedaría deshabitado a principios del XX con la instauración de la República y tras partir hacia el exilio Manuel II, el último rey portugués (según cuenta la leyenda, a través de un túnel escondido que conectaba el palacio con la cercana localidad de Ericeira).
Sucesivos trabajos de restauración (el más importante de ellos, el que afectó a la fachada principal) han permitido que hoy podamos visitarlo perfectamente conservado, tras su declaración como Monumento Nacional en 1907.
Como ya hemos mencionado, el conjunto del Palacio Nacional de Mafra lo formanel antiguo convento, el palacio real y una hermosa basílica. También incluye una farmacia y un hospital, unas de las zonas, a nuestro juicio, más interesantes de ver y que lo hacen diferente de otros grandes palacios del período.
Durante el recorrido pasaremos también por distintas habitaciones temáticas donde podremos contemplar muebles y otras obras de arte que merece la pena ver. Es el caso de la Sala de Instrumentos Musicales, la Sala de Juegos o la curiosa Sala de Caza.
Se trata de un complejo muy extenso, así que calculad para la visita entre 2 y 3 horas. Os recomendamos encarecidamente que lleguéis hasta el final del recorrido para no perderos la impresionante biblioteca que nos espera, con más de 40.000 ejemplares.
Por último, podemos entrar a la basílica, donde los domingos ofrecen conciertos seis órganos del siglo XVIII.